ORÍGENES (FINALES S. XVIII- 1850)
Aunque en su formación intervienen tradiciones musicales
anteriores no se puede hablar propiamente de Flamenco hasta finales del siglo
XVIII. La palabra aparece por primera vez en 1860 y refiere a un producto
básicamente romántico cuyas primeras manifestaciones públicas se inscriben en
las condiciones de vida “modernas” de las clases populares del XIX y en la plena
mercantilización de las artes.
El majismo del XVIII y el costumbrismo del XIX sirven al
reconocimiento de un sector de población encarnado en este momento a través de
“tipos populares” y que ha funcionado como “imagen de Andalucía”. Las
descripciones de Davillier, Ford y otros viajeros románticos, y el material de
estampas y litografías de la época sirven a la construcción de esta figuración
típica sobre “lo andaluz”: el torero, el contrabandista, el bandolero, el
gitano, etc. La realidad marcada por documentos como La Pragmática de 1783, sin
embargo, hablan de una minoría perseguida por las autoridades.
Las más documentadas referencias entre 1750 y 1850 tienen
que ver con el baile, con la fiesta. Danzas que debieron combinar modos
populares bailados en parejas –lo que se llamaron “bailes del país” o
“andaluces” y los “bailes de candil”- y ciertos modos de la escuela bolera
(“bailes de palillos”), reinterpretados por las clases populares. Estaba de
moda que artistas de variadas nacionalidades supieran ejecutar algún tipo de
“baile español” si querían ser catapultadas al éxito (fenómeno de las andaluzas
fingidas).
En el cante contamos con los nombres de algunos intérpretes
que no llegaron a grabar: Tío Luis de la Juliana, El Planeta, El Fillo, El
Nitri (Primera Llave de Oro del Cante), La Serneta, El Mellizo, Joaquín el de
la Paula… La instrumentación que los acompaña va más allá de la guitarra – por
entonces un instrumento algo más pequeño que se tocaba “a lo barbero”, mediante
rasgueos y en posición vertical- para incorporar violines, vihuelas, laúdes,
panderos, chinchines, castañuelas…
En esta época, los espacios de representación del flamenco
son los teatros, las academias de baile o salones, donde el público acudía a
los ensayos de bailarinas (como La Campanera) mediante el pago de una entrada,
las zambras granadinas, ventas, posadas y otros sitios de parada, y fiestas
particulares.
Tomado de Portal flamenco.
Explicación del orígen podemos verlo en los comienzos de la película Flamenco de Carlos Saura, hacia el minuto 2:30
Durante las décadas finales del S. XIX y las primeras del XX
Europa vive el fenómeno de los cafés cantantes, relacionado con el auge de la
cultura popular urbana. En ellos cristaliza definitivamente el Flamenco en
contacto con los públicos: se definen los estilos, se establecen los modelos de
baile de hombre y de mujer así como la indumentaria de los/las artistas.
Aparecen la bata de cola y el mantón de Manila, se desarrolla el zapateado y el
baile adquiere su carácter íntimo.
En ellos el Flamenco convivió con los bailes boleros, las
varietés y las representaciones cómicas. Tuvieron sus detractores por sus
horarios dilatados y el abuso de bebidas, pero supusieron una oportunidad de
profesionalización para los artistas. Se consolida el modelo de cuadro
flamenco. Alegrías, soleares, tangos y zapateados conformaban el repertorio.
Algunos muy nombrados son El Café de Silverio, el de
Variedades y el Café Novedades en Sevilla. En Jerez estaban el Café del Conde y
el Café de la Veracruz. En Málaga, el Café sin Techo y las Siete Revueltas. En
Madrid, el Café Neptuno y el Café del Vapor.
Los
Cafés Cantantes, eran locales que abrían de noche, donde los espectadores
bebían copas, a la vez que disfrutaban de un espectáculo musical. Según las
memorias del cantaor Fernando de Triana, en 1842 ya existía un café cantante,
que se re inauguró cinco años más tarde, llevando por nombre “Los Lombardos”
(como la ópera de Verdi). https://flamenco.one/es/el-flamenco/historia-del-flamenco/los-cafes-cantantes/
Video: https://youtu.be/KE7QoUT9zwU
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