- Acercar el flamenco al alumnado.
- Celebrar este día.
Competencias
- Conciencia y expresiones culturales.
Romance gitano o corrida
Las corridas toman el nombre de la forma de cantarse. En
lugar de utilizar las coplas sueltas, lo hacen todo seguido, de corrido. Las
coplas utilizan una larga tirada de ellas, es decir, un romance. Su origen esta
en los romances castellanos en cuanto a la letra. Cuando llegaron los gitanos a
España a finales del siglo XV estaba el romancero en su apogeo. Los romances
más populares eran cantados.
La música surgiría al contacto con la alboreá y las
soleares.
Es un cante de fuerte sabor gitano en cuanto a la música y
de tradición española en cuanto al contenido.
El romancero gitano mantiene la temática castellana.
Se cantaron y se cantan los viejos romances del Conde Olinos, Gerineldo, Pérdida
de Granada, Conde Sol.
Se utilizan diminutivos como perritos, nochecita etc.
Los andaluces no gitanos cantaban los romances acompañados
de instrumentos como mandolinas, bandurrias o guitarras, o sin acompañamiento.
El romance gitano nunca llevó acompañamiento. Se cantó en las bodas. Fue un cante
hogareño.
El primero que lo da a conocer al público fue Antonio
Mairena en Cantes de Antonio Mairena, “Romance de Bernardo”.
Corresponden en lo rítmico al compás de la soleá.
Equipo de cultura andaluza. Junta de Andalucía
Romance del conde Sol
Se levantó el conde niño
El romance es un poema que se trasmite de forma oral.
Los autores son anónimos.
Son del siglo XV
Romance del Conde Olinos
Romance del moro que perdió Alhama
“¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:
– No te la diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho
mi madre me lo decía:
que mentira no dijese,
que era grande villanía:
por tanto pregunta, rey,
que la verdad te diría.
– Yo te agradezco, Abenámar,
aquesta tu cortesía.
¿Qué castillos son aquellos?
¡Altos son y relucían!
– El Alhambra era, señor,
y la otra la mezquita;
los otros los Alijares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas ganaba al día
y el día que no los labra
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,
huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,
castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
– Si tú quisieras, Granada,
contigo me casaría;
daréte en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
– Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.
Romance Popular
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