La figura femenina está presente en las letras del cante
flamenco. La mujer como madre y como compañera son los temas centrales.
Dominadas por un mundo social patriarcal.
Ese machismo
larvado en la sociedad se ha acentuado aún más en el mundo del flamenco. ¿Por
qué? "Porque confluyen dos sociedades muy oscuras y muy cerradas: primero
el pueblo bajo andaluz de cultura muy limitada, y después la sociedad gitana,
donde hay un sistema muy cerrado y cautelar en torno a la mujer, que siempre ha
de ir con el marido o con el hermano, o tiene que tener el mito de la virginidad",
explica.
La
virginidad de la mujer está presente en letras donde se presenta a la mujer
como moneda de cambio o un simple objeto. Por ejemplo:
-La mujer
que rompe el plato sin ser hora de comer. Por muy bonita que sea no le sale
mercader.
-Al paño fino
en la tienda, una manchita le cayó, se ha vendido a bajo precio porque ha
perdido su valor.
En otras
ocasiones aparecen situaciones que Buendía define como "esperpénticas y
esquizofrénicas" de celos exacerbados:
-La noche
del aguacero dime dónde te metiste que no te mojaste el pelo.
-Zapatitos
blancos, ni son tuyos ni son míos, de quién son estos zapatos.
De estas
situaciones se llega al insulto y al maltrato a la mujer:
-Mala puñalá te den, que te den los sacramentos,
que tú no le tienes ley ni a la camisa de tu cuerpo.
-Yo tengo a
la mujer compará con el caballo, que es menester darle
espuela pa quitarle los resabios.
La
discriminación en las letras se da en los palos más típicos del flamenco, desde
la soleá a la siguiriya, pasando por los tangos y los tientos. Una situación
que, a juicio de Buendía, se nota especialmente en la comunidad gitana,
principal artífice del cante flamenco andaluz. "Todo lo que sea romper con
su virginidad y con sus deberes de mujer es atentar no sólo contra ella, sino que
se atenta también contra el clan":
-Hijita de
mala madre, liaíta en malas tripas, envuelta en malos
pañales
-Que yo no
te quiero a ti, ni a tu gente, ni a tu casa, ni a la luz de tu candil
Buendía
sostiene que estas letras se han ido heredando entre las distintas generaciones
desde el origen del flamenco hace 200 años, con el tío Luis de la Juliana. Una
tradición que contrasta con la escasa evolución de los cancioneros flamencos.
"Por lo general la gente tira de repertorios tradicionales por el sentido patrimonial
del cante y, por desgracia, esas letras se siguen repitiendo, aunque sin tanta
agresividad como antes", argumenta Buendía.
Ahora bien,
el investigador aplaude que haya cantaores que, por su condición progresista,
evitan este tipo de letras, como son los casos de Enrique Morente, José Menese,
Carmen Linares o Estrella Morente. En todo caso, Buendía deja bien claro en su
trabajo que el maltrato a la mujer en las letras del cante flamenco es una
excepción y, en modo alguno, algo generalizado. "Existen millones de
letras, la mayoría de cariño, de exaltación o de dulzura hacia la mujer",
explica. Letras como éstas:
-Hasta el
olivarito cercano yo me llevaba a mi gitana y le eché el brazo por encima como
si fuera mi hermana.
-Vente
conmigo y haremos una chocita en el campo y en ella nos meteremos.
En otras
ocasiones, la mujer alza su voz reivindicativa:
-Si las
mujeres tuvieran la libertad de los hombres saldrían a los caminos a robar los
corazones.
En la actualidad las letras de amor predominan. Critican el
comportamiento de los hombres y la pena de quedarse solas.
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